EL
AMOR NO PODEMOS ENCERRARLO EN CÍRCULOS FAMILIARES O NACIONALISTAS.
En esto consiste el amor a Dios: en cumplir sus mandamientos (1 de Jn 5, 3) Los
mandamientos son palabras divinas, salidas de la boca de Dios, son santas y eternas
como él que las pronunció. Su finalidad es el amor y el servicio a Dios y al
prójimo. El que los guarda camina en la verdad que nos hace libres (Jn 8, 32)
Los mandamientos son los caminos de la rectitud, guardarlos nos hacen honrados,
honestos, íntegros leales y fieles. Por eso la Palabra de Dios nos dice: No
inclines tu corazón al Mal: “No trames el mal contra tu prójimo cundo se sienta
confiado a ti” (Prov 3, 29) No engañes, no manipules, no explotes y no oprimas.
Mateo nos entrega la regla de oro: «Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan
los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los
Profetas. (Mt 7, 12)
Los
profetas nos hablan de la ternura y del amor misericordioso de Dios para su
Pueblo: “Dios nos ama con amor eterno y tiene reservada gracia para todos” (cf Jer31,
3) Yo te he amado con amor eterno; por eso misericordioso te atraje hacia mí.
Con lloro partieron y con consuelos los devuelvo, los llevo a arroyos de agua
por camino llano, para que no tropiecen. Porque yo soy un padre (Jer 31. 3.9) “Cuando
Israel era niño, yo le amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Cuanto más los
llamaba, más se alejaban de mí: a los Baales sacrificaban, y a los ídolos
ofrecían incienso. Yo enseñé a Efraím a caminar, tomándole por los brazos, pero
ellos no conocieron que yo cuidaba de ellos. Con cuerdas humanas los atraía,
con lazos de amor, y era para ellos como los que alzan a un niño contra su
mejilla, me inclinaba hacia él y le daba de comer.” (Os 11, 1- 4)
Hijos
míos, no amemos sólo de palabra y con los labios, sino con obras y según la
verdad (1 Jn 3, 18) Con obras y en verdad; se salimos de la verdad abandonamos
el amor, y Dios no se fija en la acción, sino en la intención de corazón,
Santiago nos dice: Si un hermano o una
hermana están desnudos y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les
dice: «Idos en paz, calentaos y hartaos», pero no les dais lo necesario para el
cuerpo, ¿de qué sirve? (Snt 2, 15- 16) Volviendo a san Juan nos dice: Si alguno
que posee bienes de la tierra, ve a su hermano padecer necesidad y le cierra su
corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios? (Jn 3, 17) Si ves a uno pasar
hambre o con necesidades, no esperes que venga a pedirte, ve tú a él y extiende
tu mano para compartir los dones que poseas, también son para él. (cf Mc 3, 5)
Caminemos
con los ojos abiertos y con un corazón, no le hagamos al ciego o al sordo para
no escuchar el clamor de los menos favorecidos. Seamos prontos para amar y para
servir, tal como lo dice el apóstol: Mirad: el que siembra con mezquindad,
cosechará también con mezquindad; el que siembra en abundancia, cosechará
también en abundancia. Cada cual dé según el dictamen de su corazón, no de mala
gana ni forzado, pues: Dios ama al que da con alegría.(2 de or 9, 6- 7) Esto es
posible cuando tenemos los mismos sentimientos de Cristo Jesus.
El
apóstol nos sigue hablando a nuestros corazones: Con nadie tengáis otra deuda
que la del amor mutuo. Pues el que ama al prójimo ha cumplido la Ley- En
efecto, lo de “No adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás”, y todos
los demás preceptos, se resumen en esta fórmula: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. El amor no hace mal al prójimo. El amor es, es por lo tanto, la ley en
su plenitud (Rom. 13, 8-10) Lo importante es amar, sin hacer acepción de
personas. ¿De qué sirve decir que no pecamos, sino, tampoco, hacemos el bien?
Aunque hablara las lenguas
de los hombres y de los ángeles, si no tengo caridad, soy como bronce que suena
o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los
misterios y toda la ciencia; aunque tuviera plenitud de fe como para trasladar
montañas, si no tengo caridad, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y
entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo caridad, nada me aprovecha. La
caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es
jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no
toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo
lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. La caridad no acaba
nunca. Desaparecerán las profecías. Cesarán las lenguas. Desaparecerá la
ciencia, pero la caridad permanece.(1 de Cor 13, 1- 8).
Porque si amáis a los que
os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los
publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de
particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed
perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.(Mt 5, 46- 48) La caridad no
tiene fronteras, y se le pusieran, estas serían los mandamientos, al violarlos
saldríamos del amor para ir al desierto, a lo lóbrego, al vació. No encerremos
el amor en los círculos familiares, de grupo, de partido o nacionalistas, seamos
como Dios que no hace acepción de personas. Jesús amó a todos a los buenos y a los malos, a
justos y pecadores. “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen” (Lc 23,
34)
Escuchemos al apóstol Pablo
decirnos: "Así, pues, os conjuro en virtud de toda exhortación en
Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable
compasión, que colméis mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo
amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagáis por rivalidad,
ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como
superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los
demás. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo:"
(Flp 2, 1- 5)
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